12/11/2010

MIERDA.

Esperé, te vi de lejos, fui a tu lado. Nada más llegar te abracé, fue un comienzo cargado de nervios, pero igualmente maravilloso. Nos apoyamos ambos en la varandilla que había en el paseo, hablamos, y  después te besé la mejilla. Sentamos en un banco, te dolía la pierna…

No había palabras, apenas. Sólo abrazos, susurros, piropos.

Pero hubo besos. Fuiste tu quién comenzó, recuérdalo. Siéntete culpable de haberme besado, aunque no tengas sentimientos hacia mí.

Fuiste marabilloso, no lo niego, mi primer beso, al lado del mar, con nuestros labios, con nuestras lenguas; con nosotros.

Tus abrazos eran tan cálidos, al igual que todo tú.

Te quiero joder, ahora me doy cuenta de que realmente te quiero.

Pero era hora de despedirse, ¿verdad? Y volviste a besarme. Te necesito, pero parecías tú más desesperado. Sólo era compasión, pena. Sólo te portas bien conmigo porque soy muy pequeña y frágil.

Aunque tuvieras cuidado, rompí. En el momento en el que dijiste que vendrías. Y  era de esperar que al estar los dos solos haríamos algo, ¿cierto?
Pensé en nuestra edad, créeme, pensé en ello todo el tiempo, excepto cuando estuvimos juntos, ahí me olvidé incluso de mi nombre.

Cariño, te quiero.

P.D: Pepito Grillo, dime, ¿dónde estabas cuándo te necesitaba? Sabías que actuaba mal, y no me intentaste detener. Permitiste que me dejara llevar. Ahora, en la adolescencia, es cuándo más te necesito, ¿no lo entiendes?

“Estando tan lejos, deseo que estés aquí, antes de que sea demasiado tarde, esto podría desaparecer”.

“Cuando estás cerca no sé que hacer, no pienso que puedo esperar, para ir allí y hablar contigo, no sé lo que debería decir”.

“Entonces es cuando comienzo a darme cuenta, lo que traes a mi vida, maldito chico, puede hacerme llorar”.


0 comentarios:

Publicar un comentario